jueves, 14 de agosto de 2008

Recibiendo visita (Parte IV)

En esta ocasión, la cuarta de la serie, os voy a hablar de nuestra visita a Teotihuacán. Para los que tengan hueva de leer en el enlace, Teotihuacán es un valle a unos 40Km del DF, donde se encuentran los restos arqueológicos de una ciudad prehispánica. Por supuesto, con sus correspondientes pirámides: la de la Luna y la del Sol.

En esta ocasión íbamos con la carriola del niño, así que Ara se quedó con el niño esperándonos en un sitio mientras nosotros saltábamos por las piedras, por la Calzada de los Muertos, rumbo a las pirámides. Hasta que a mis padres les remordió la conciencia, momento en que yo les dije que se adelantaran, que nos veíamos en la pirámide del Sol, y me regresé.

Llegué donde estaban Ara y Josué y estuvimos hablando de si me quedaba con ellos o no, que a lo mejor podíamos ir por otro camino —uno que rodea y sale al museo—, etc. Total, creo que estuve con ellos unos 5 minutos y luego me regresé con mis padres. Como digo, no estuvieron solos más que un momento y para cuando les encontré ya les estaban vendiendo pulseras de plata . De hecho, sí llegaron a comprar una.

Después de la compra terminamos de recorrer la calzada, por el trozo que va de la pirámide del Sol a la de la Luna, hicimos fotos y regresamos a la del Sol. Unas cuantas fotos después —en esta ocasión no subimos a ninguna de las pirámides—, nos dirigimos por el camino hacia el museo.

Una vez en el museo, antes de que entrásemos en el mismo, hicimos una parada en boxes, llevándonos la sorpresa de que Ara y Josué se encontraban también en boxes. De hecho, mientras mi padre y yo esperábamos fuera, escuchamos un llanto un tanto conocido.

Ya, como dicen aquí, para no hacerlo más largo. Después de ver el museo, con restos arqueológicos encontrados en la ciudad y alguna maqueta del lugar, nos regresamos al coche y fuimos a comer a un bufé.

En España, al menos en mi experiencia, en los bufés te pones hasta arriba y te suele costar como un menú del día o menos. Aquí también te pones hasta arriba, pero cuestan más caros que el menú del día; algo así como comer a la carta.

Terminamos el día bastante cansados, aunque no tanto como pensé —la verdad es que, con la vida sedentaria que yo llevo, pensé que se me haría más dificil, pero no—. Pero mereció la pena; nos lo pasamos bien y nos culturizamos un poco, que ya está bien de novelas, programas tipo La Oreja y escribir en blogs .

Para terminar, os dejo un enlace a unas pocas fotos, para terminar de ilustrar esta entrada.

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