jueves, 27 de septiembre de 2007
Se ha ido
Tan sigilosamente como llegó, tan rápido como vino, así se ha ido. Y aunque todavía sabré de ella de vez en cuando, pasará algo más de medio año para que pueda volver a verla a diario, cada tarde.
No la voy a echar de menos, no creáis. No extrañaré su perfume, ni tampoco sus suaves caricias en mi cara; tampoco cómo iluminaba la noche, ni su voz, ni siquiera la forma en que susurraba en la ventana.
¿Que de quién hablo? No, no es «quién», es «qué»: la época de lluvias. Una época de casi medio año, en la que cada tarde llueve —generalmente alrededor de la hora de salir del trabajo—. Sí, cada una de las tardes, desde mayo hasta hace unos días, ha estado lloviendo. ¡Y todavía dicen que tienen problemas de agua! Como diría Trillo, «¡Manda... aguas!» —ese es un tema del que, de todas formas, hablaré otro día—.
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Prácticamente cada día se repite la misma historia. Amanece nublado; a eso de las 9-10 de la mañana, sale el sol, un sol tremendo; por último, a eso de las 5-6 de la tarde, comienza a llover, hasta quién sabe qué hora. A veces es tormenta, a veces, nada más lluvia; a veces llueve más fuerte, a veces menos; a veces está lloviendo hasta la mañana siguiente, a veces no.
En fin, que uno acaba cansado y deseando que llegue septiembre, aunque no os lo creáis.
Pero, por fin... ¡se ha ido!
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